Llega el equinoccio de primavera en el norte y otoño en el sur, un nuevo ciclo del espacio tiempo que nos permite conectar con la energía cósmica y telúrica en nuestro corazón, en nuestras vidas y en conexión con la común unidad que Somos.
Como me enseñaron los abuelos y abuelas del circulo sagrado que nació en Cusco, este es un espacio tiempo de celebración, de agradecimiento por lo recibido el ciclo que termina y de poner las semillas para que nazcan o renazcan los deseos del corazón. Es un momento para pensar bonito, para recodar quienes Somos, agradeciendo a la pachamamita (madretierra) el cobijo, alimento, amor y cuido que nos brinda; para recibir y también agradecer a pachatata (padre cielo) la energía, el calor, la luz y también la oscuridad que nos acompaña en el día y la noche.
Esa conexión con la madre y el padre (tierra y cielo) que nos habita en el corazón, en la sangre, en el ADN, las células y las heridas del alma es la que nos permite soltar para sanar, como una renovación similar a la que emprenden los árboles que se preparan para soltar las hojas secas en otoño o para retoñar en la primavera. Así mismo podemos ser los humanos, cuando conectamos con nuestra esencia, cuando recordamos que somos la tierra y el cielo, como la canción que dice: tierra es mi cuerpo, agua es mi sangre, aire es mi aliento y fuego mi espíritu.
Por eso este ciclo lo celebraré como todos los equinoccios y solsticios desde que aprendí a vivirlos con los abuelos, abuelas y mis hermanos indígenas en círculos de palabras y alrededor del fuego que velamos días y noches de cantos, danzas y silencios acompañados de incursiones al agua para limpiar y soltar flores que se lleva la corriente, de risas y sonidos de tambores que iluminan el alma…
Lo celebraré recordando que Somos unidad, en común unión con la totalidad; que la fuerza está en la vida misma y que la muerte es la maestra que nos acompaña en esta dualidad para enseñarnos a vivir sin miedo, con plenitud y alegría incluso para despedirnos de quienes parten a otros planos, para quienes vuelven a ser polvo mientras los honramos viviendo intensamente hasta el último aliento.
Y justo en este espacio tiempo tan extraño, de tanto alejamiento entre las personas, de miedo a partir y compartir, te invito a celebrar el equinoccio. Donde estés puedes poner una vela, rodearla de semillas que simbolizan el renacer y también el agradecimiento por lo recibido, a poner flores, cuarzos, dulces y colores que recuerden la vida que tenemos y merecemos vivir libres y en armonía con la madre tierra. Si quieres soltar lo viejo, puedes escribir una carta, poner lo que simboliza aquello que quieres soltar y así permitir que el fuego se lo lleve, para abonar con las cenizas lo nuevo por venir.
Que venga la alegría de vivir, la sonrisa radiante, la cara libre, el cuerpo sano, el alma libre, la fiesta sin límites, el corazón fuerte, el abrazo contagioso de amor, que los virus de la felicidad nos contagien irremediablemente y que soltemos las cadenas de la esclavitud, porque por fin sabemos que SOMOS quienes creamos la realidad.
Créeme, cree, crea, cre-hemos una nueva vida en Plenitud, como lo enseñaron los ancestros con el Buen Vivir y la Vida Plena.
Jallalla!
Nico
Gracias por compartir tanta sabiduría
Federica
Muchas Gracias
Raquel
que hermosa reflexion .Muchas gracias .