En el camino hacia el Buen Vivir hemos de recordar los principios que rigen esta filosofía de vida y paradigma que busca vivir en armonía, equilibrio y en plenitud. Para ello, hemos de vaciar la mente de conceptos ajenos a esta visión ancestral de la vida, para volver al origen, recordar lo simple y profundo del Buen Vivir que es distinto a lo que nos han enseñado desde el pensamiento colonial.
Vamos a recordar la relacionalidad, que quiere decir que todo está relacionado con todo. También le llaman vincularidad, por los vínculos de todo con todo; integralidad, porque se ve la unidad sin partir o seccionar la vida en partes; los más modernos hablan de pensamiento holístico. Los antiguos tenían claro que todo tiene que ver con todo. Este enfoque es bien bonito, porque nos permite comprendernos como una pequeña parte, minúscula partícula del todo que somos y que nos rodea: la naturaleza, la comunidad, la familia… también nuestra vida está relacionada con todo: lo que comemos, lo que pensamos, como vivimos se manifiesta en todo (como nos sentimos, como nos relacionamos, como aprendemos o estudiamos).
Así, la comprensión de ser parte del todo que habitamos cuestiona el conocimiento racionalista que divide en partes, seccionando la vida y su funcionamiento, mientras que la relacionalidad nos hace conscientes de nuestra responsabilidad en SER Y ESTAR. Además nos recuerda que podemos y debemos relacionarnos directamente con la naturaleza, como una comunidad a la pertenecemos y simplemente somos uno más, no el centro de todo. La relacionalidad nos da un sentido de pertenencia y expande nuestra consciencia de forma ilimitada, facilitando la conexión con el cosmos, con la tierra, con todo.
Y la relacionalidad del todo se manifiesta en otro principio: el de la correspondencia, que señala como los distintos campos o aspectos de la realidad se corresponden de forma armoniosa. La correspondencia está en todos los niveles y relaciones: como las relaciones entre el macro y el micro-cosmos el átomo y el universo; el cielo y la tierra, lo cósmico y lo terrenal, la noche y el día, todo tiene su correspondiente, la vida y la muerte. Esa correspondencia nos guía en la vida, día a día si vemos que todo lo que pasa en nosotros se refleja afuera y nos permite hacernos responsables de nuestra acciones, pensamientos, palabras y presencia.
La relacionalidad o la vincularidad es el principio que permite tener conciencia de que somos parte de un todo, a pesar de ser distintos somos complementarios, nos necesitamos mutuamente. De acuerdo con este principio todo está relacionado, vinculado, conectado; incluye variables afectivas, ecológicas, éticas, estéticas y productivas, por lo que implica una convivencia holística con el cosmos; pues todo está vivo y relacionado, la vida se entiende como un tejido cósmico, una red de nexos y vínculos que son la fuerza vital de todo lo que existe.
Enrique López Font
Creo que lo que planteas es tan evidente que no hace falta decirlo porque todos lo sabemos y lo sentimos así. Sólo ciertas mentes, sacadas de contexto por haber caído en errores de interpretación producto de religiones egoístas, se hallan lejos de este modo de ser y pensar. Pero, aún así, en el fondo de su ser perciben el todo al que pertenecen y están inevitablemente unidas a él.
(OBSERVACIÓN: El «´cómo», cuando es interrogativo, lleva acento. Tenlo en cuenta para escribirlo bien)